De bengalas, fuegos artificiales y el derecho a saber del ciudadano

Con la finalización de los festejos de la Semana Grande ha vuelto la tranquilidad a las calles santanderinas. Con la misma celeridad que se montaron casetas, templetes, carruseles y puestos ambulantes se procede ahora a la retirada de todos los artefactos instalados en calles y plazas. Vuelve el silencio, renacen las tertulias y el paseo cotidiano forman parte del propio verano vacacional donde las terrazas se llenan de gentes de toda edad y procedencia diversas.

Concluido la algarabía y el bullicio, el ciudadano comenta el desarrollo de las jornadas festivas que han contado con un respaldo generalizado y desde amplios sectores se califican de exitosas. Es cierto que las fiestas han gozado de luz propia y la amplia oferta de espectáculos ha sido del agrado del público que se ha volcado con su presencia. Las casetas de la Feria de Día y los fuegos artificiales se han llevado la palma de asistentes, si hay que destacar entre los eventos celebrados. En ambos casos sería bueno que desde el Ayuntamiento se den a conocer los respectivos balances económicos para que el propio ciudadano, además de partícipe, sea conocedor del coste de cada festejo, así como de los ingresos que generan cuando los hay. No es el caso de los fuegos artificiales, cuyo coste es muy elevado y depende del tiempo que dura el lanzamiento, pero cuando tantos miles de ciudadanos aplauden ese derroche de luz y color mientras asisten emocionados al embellecimiento celeste, deben conocer su coste que sale de las arcas municipales. Sólo así pueden hacerse un juicio sobre la conveniencia o no de aumentar las sesiones y minutos de lanzamiento de un evento que tradicionalmente cierra el programa festivo.

El mismo criterio debiera utilizarse para conocer el aporte económico de las casetas de la Feria de Día al presupuesto de las fiestas, sí como los ingresos que generan la subasta o adjudicación de los carruseles. Eso es lo que debe entenderse por una política de transparencia.

Caso aparte, dentro de este breve análisis festivo, es el fenómeno del alterne en lugares públicos dentro de la denominada “zona de moda” y cuyo punto neurálgico es la plaza de Cañadío. Los allí residentes son los verdaderos sufridores de una forma de divertimento de los jóvenes que se distinguen por una falta de respeto hacia el resto de ciudadanos, donde el bullicio y vocerío impera e impide el descanso de los residentes. El colmo de tanto despropósito se ha producido la pasada semana cuando algunos inconscientes han lanzado bengalas entre el gentío y en un espacio rodeado  de inmuebles con una antigüedad de más de un siglo, con el consiguiente peligro de originarse un incendio dada la abundancia de madera en la estructura y balconadas de  esos edificios. Entendemos las disculpas de las autoridades responsables para frenar las consecuencias de esa aglomeración o consumo del botellón en la plaza junto a la iglesia de Santa Lucía, pero en modo alguno se puede permitir el lanzamiento de bengalas sin que se pongan medios para detener a los irresponsables de esos actos. Nos preguntamos si no actúan agentes de la autoridad camuflados de paisano cuando hay manifestaciones o aglomeraciones para detectar a ciertos individuos capaces de alterar al orden y ponerles a disposición de la justicia.

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