Noticias de Cantabria
12-03-2008 12:35

Lo que hay que ver

Hay que tener muy poco que hacer para dedicarse una tarde de marzo a visitar los destrozos que el temporal ha causado en la fachada marítima santanderina. Fui testigo presencial de las colas de vehículos que ser formaron la tarde posterior al golpe de mar que causó destrozos en el Sardinero.

Fue impresionante descubrir como había agentes de movilidad y policías locales desplazados al efecto a la zona para regular el tráfico y tratar de poner orden en el caos. Atascado en mi coche, de repente mi hijo, el más pequeño, me hizo esta pregunta ¿papá, a donde va toda esta gente? Gran pregunta, pensé; en ella se resume toda una inquietud infantil de temor a lo que se sale de la pauta de la normalidad y de la sensatez percibida como algo espontáneo y natural. Esta  situación provocó en mí una cascada de reflexiones pues me dio tiempo de sobra mientras esperaba mi turno para seguir la marcha.

La primera gran conclusión es que la gente tiene poco que hacer o si no, como se explica que hacia las siete de la tarde de un día de invierno, laboral, tengas el cuajo de irte hasta la Segunda del Sardinero a darte una vuelta, porque todos no serían vecinos de la zona, intuyo, sino más bien desplazados de otros barrios.

Pues eso, que algunos tienen muy poco que hacer, porque aunque la jornada laboral esté finalizada (a esas horas para algunos), no todo el mundo tiene ganas de sacrificar su tiempo de descanso, o de disfrutar de su familia, o de hacer vida social o deporte para observar un Renault Mégane empotrado en una cristalera de un hotel… si, ya se que hay gente para todo pero, sinceramente, no me lo explico.

Otra de las razones que hicieron saltar al público a la calle fue la de ese afán de evaluación de daños que todo santanderino tradicional lleva en su interior, uno de cada dos santanderinos podría ser perito de una aseguradora pues ese impulso late de forma espontánea en sus corazones.

Los menos, prefiero pensar, se desplazarían al abra santanderina con ese ancestral afán de disfrutar de las desgracias ajenas tan propio de los pobres de espíritu y otros tantos, los envidiosos, se recrearían en argumentar, a la vista de los destrozos, lo tranquilo que se vive cuanto más lejos del mar, mejor, no vaya a ser que le de por revolverse y pasa lo que pasa.

En todo caso prefiero pensar que la mayor parte de los ciudadanos que pasaron la tarde en la zona cero santanderina, acudieron a la llamada de ese atávico sentimiento que todos los que vivimos cerca del mar llevamos en nuestro interior y que nos impulsa a la observación de la naturaleza en estado puro, que de vez en cuando nos brinda espectáculos de la magnitud de un temporal en el mar. Cuando esto ocurre, se producen imágenes de gran belleza que se quedan fijos en la retina por lo inusual y es cuando nos damos cuenta de nuestra pequeñez e insignificancia frente a la madre de naturaleza, caprichosa y rotunda, pero enormemente bella en esencia.

Disfrutemos pues de ese espectáculo en una ciudad que continúa viviendo de espaldas al Mar Cantábrico al que solo nos asomamos en momentos como este. Pero no se porqué se me viene a la memoria el refrán tan traído y llevado de “piensa mal y acertarás”.

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Comentarios(3):

DE SANTIAGO - 26-07-2009

Gestor de cultura, cuentanos algo que ya estamos en el 2009, casi en agosto....

¡Así es! - 17-03-2008

Conozco personalmente a personas que necesitan desgracias para sobrevivir. A veces hasta se las inventan si no salen al paso. Es por esta razón que no me extraña el que tantos españoles hayan votado a los socialistas y a los regionalistas. Podrán estar en el paro, la paga termina antes que el mes, se podrán morir por falta de asistencia médica, se sentirán desamparados ante unas leyes tercermundistas, observarán como el gobierno trata con más comprensión a los criminales que a las víctimas, y que los extranjeros ilegales tengan mas beneficio que ellos, pero si el voto puede perjudicar a quienes envidian, todo lo aguantan gustosos.

Cierto - 01-04-2008

Efectivamente yo casi me vi sumida en la marabunta de vehiculos que se dirigian hacia el Chiqui desde todos los puntos de acceso que hay desde el Sardinero, para despues de aguantar una caravana darse cuenta que el trafico estaba cerrado por agentes.Y no solamente el primer dia sino tambien los dos siguientes,efectivamente hay mucho ocioso en esta ciudad porque yo hablo de las 6.30, hora laborable para la mayoria de los trabajadores.Aquello me parecio ridiculo y mi hijo de nueve años me decia:pues no es para tanto....! y es que muchas veces los niños tienen mas sensatez que los adultos.