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Golf 30-09-2018 00:00

Sergio García se convirtió con 25,5 puntos en el máximo anotador en la historia

Europa vuelve a conquistar la Ryder Cup

Los golfistas europeos vuelven a ganar el trofeo (17,5 a 10,5) y estiran su racha histórica: han vencido en cuatro de las cinco últimas ediciones



La Ryder es de Europa. Fue necesaria una jornada de individuales de muchísimos nervios y tensión para que la copa regresara al viejo continente (17,5 a 10,5). Lo hizo con acento español. Jon Rahm ganó su partido contra Tiger Woods, decisivo para sofocar la remontada de Estados Unidos (2&1), y Sergio García se convirtió con 25,5 puntos en el máximo anotador en la historia de la competición, por delante de Nick Faldo. El apasionante duelo contra Estados Unidos que engrandecieron Seve y Olazabal sigue hablando español.

RESULTADOS DE LOS PARTIDOS INDIVIDUALES
Partidos individuales:

Justin Thomas a Rory McIlroy, 1 arriba.

Paul Casey y Brooks Koepka, empate.

Webb Simpson a Justin Rose, 3&2.

Jon Rahm a Tiger Woods, 2&1.

Tony Finau a Tommy Fleetwood, 6&4.

Ian Poulter a Dustin Johnson, 2 arriba.

Thorbjorn Olesen a Jordan Spieth, 5&4.

Sergio García a Rickie Fowler, 2&1.

Francesco Molinari a Phil Mickelson, 4&2.

Patrick Reed a Tyrrell Hatton, 3&2.

Henrik Stenson a Bubba Watson, 5&4.

Alex Noren a Bryson DeChambeau, 1 arriba.

Total: 7,5 para Europa, 4,5 para EEUU.

Fourballs del viernes: Europa, 1; EEUU, 3.

Foursomes del viernes: Europa, 4;EEUU, 0.

Fourballs del sábado: Europa, 3;EEUU, 1.

Foursomes del sábado: Europa, 2; EEUU, 2.

Total de la Ryder: Europa, 17,5; EEUU, 10,5.

 

La ventaja con la que los jugadores europeos habían comenzado la mañana (10-6) se fue diluyendo poco a poco hasta verse recortada a un punto (10,5 a 9,5). Justin Thomas había ganado el primer partido a Rory McIlroy en un duelo clave porque podía apagar o encender la revolución americana. La mecha prendió. Paul Casey sudó para empatar con Brooks Koepka, y Webb Simpson volvió a hacer creer a Estados Unidos con su triunfo por 3&2 ante Justin Rose. Todas las miradas se dirigieron entonces hacia el cuarto partido del día: Jon Rahm contra Tiger Woods. En ese choque generacional se estaba decidiendo un buen bocado de la Ryder. Un partido con el que había soñado el joven vasco (23 años). En una Ryder Cup jugándose la vida contra el ídolo que ha vuelto (42 años) y con Michael Jordan en primera fila en la salida. Jon entre mitos.

La explosión de Rahm cuando en el 17 metió el putt para ganar el hoyo y el partido fue monumental. Tiró el palo, gritó, se golpeó el pecho... Por fin había ganado un punto para Europa (el primero entero en la jornada del domingo) después de dos derrotas que le habían hecho pensar que estaba defraudando al grupo. Para alguien tan pasional como Rahm, era una tortura interior. El partido con Tiger fue una combinación de grandes golpes con otros fallados cuando las manos temblaban. Era el peso de la historia. Y más si Tiger remontaba (eagle en el 9) y apretaba el puño. Había que ser muy fuerte para aguantar tanta adrenalina. Rahm es de acero. Todos los demonios desaparecieron con ese golpe del 17 que le hizo enloquecer. Solo bajó de revoluciones para aceptar la felicitación de Tiger y dedicarle unas palabras de admiración. Luego volvió el éxtasis. Y las lágrimas de felicidad después de tanta tensión acumulada. Dice Olazabal que nunca aprendió algo tan valioso como en su primera Ryder: escuchar a los mayores. Si Rahm interioriza el aprendizaje, habrá salido de París como un golfista muchísimo mejor.

Sabía Rahm, sabía Europa, que esa victoria era fundamental. Olesen había barrido ya a Jordan Spieth con una exhibición (5&4), y cuando Poulter, el hombre con la Ryder pintada en la cara, defendió con 2 arriba el punto ante Dustin Johnson (un caballero Poulter, primero le dio la mano, luego lo festejó), ya había pelota de partido. El triunfo llegó de una extraña manera, con una bola de Mickelson al agua que decidió el duelo ante Molinari (4&2). Espectacular el italiano, con cinco de cinco, algo inédito desde 1979, y parte de una pareja invencible con Fleetwood (Moliwood, como les han bautizado). No hizo falta esperar al choque de Sergio García con Fowler, aunque el español (2&1) consiguió su hueco en los altares: con 25,5 puntos en su palmarés, dejó atrás a otros gigantes: Faldo (25), Langer (24), Colin Montgomerie (23,5), y más atrás, Seve (22,5), Olazabal (20,5), Nicklaus (18,5)... El Niño es de leyenda. Y el mejor ejemplo de esa transformación que opera el torneo en quienes acuden con el ánimo magullado. García aterrizó en París con el juego en los pies, pero demostró por qué debía estar entre los elegidos. Arropó a los debutantes, hizo grupo cuando no le tocó jugar y coleccionó un récord histórico. Al terminar, lanzó un beso al cielo. Para Celia Barquín.

París no fue Medinah y Estados Unidos se quedó sin milagro y sin ajustar cuentas pendientes. Hace 25 años que las estrellas americanas no vencen en suelo visitante (1993, The Belfry), el mismo tiempo en el que no logran imponerse en dos ediciones consecutivas. La deuda continuará. Europa ha hecho suya la competición desde que en 1979 los jugadores continentales se unieran a los británicos en esta guerra de los mundos. El gigante americano ya tenía un rival a su altura. Y cuando Seve espantó los complejos, todo cambió. Desde ese año bisagra, Europa ha ganado 12 de las 20 ediciones de la Ryder. Son siete de las nueve últimas, cuatro de cinco. La reconquista se ha cimentado en la fuerza del grupo.  Europa suma más puntos que su rival en fourballs (87 por 74) y foursomes(85,5 por 74,5), y sin embargo cede en los individuales (115 por 125).

Estados Unidos puede dominar el ranking mundial, tener más números uno y ganar más grandes, pero cuando se trata de jugar en equipo, los galones no lo son todo. Aunque los USA ha dado pasos en el arraigo de ese espíritu gremial, no está en su ADN. No hay mejor síntoma que Tiger, un ganador universal cuando ha funcionado como marca propia, vencedor de 14 grandes, pero un jugador del montón cuando se ha alistado bajo la bandera de su país. Por resultados (solo una Ryder ganada de ocho jugadas, 21 derrotas en sus partidos por 13 victorias, cero puntos en París) como por su ascendencia en el vestuario. Tiger nunca ha sido ese líder que todo equipo ganador necesita, un capitán del barco. Tampoco el ejemplo para que a su sombra crecieran otros lugartenientes. Justo lo que Seve hizo con Olazabal. Enseñar y aprender. La herencia ha calado en Europa, donde hoy se pelea hombro con hombro. Eso es la Ryder. Así se gana.

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